EL ANSIA (1983) - ME LLAMAN MULO

lunes, 4 de febrero de 2013

EL ANSIA (1983)

Tal vez la diferencia entre El ansia y otras películas de vampiros modernos posteriores esté en el buen gusto y en su base filosófica. Y en que las películas modernas de vampiros no sirven ni para calzar un bidé y son solo un chorreo constante de mediocridad melíflua y empalagosa que parece no tener fin. El responsable de esto que nos ocupa no es otro que Tony Scott, quién llegó al proyecto casi de carambola, puesto que la idea del fallecido realizador era que su primera película fuera, precisamente, una adaptación de Entrevista con el vampiro, editada en 1976. Por razones que no vienen al caso tal empresa no fue llevada a cabo, pero para consuelo de muchos, los productores le dijeron que si le interesaba esa clase de temas ellos tenían los derechos de otro novela del mismo corte llamada The Hunger, y le pidieron que se decantara por ella. Al final así fue. Y por eso hoy estamos hablando de ella.


Pero una vez más, empecemos por el comienzo. El ansia fue rodada en 1983 por el malogrado Tony Scott, que no podrá asistir a la fiesta con motivo del  30 aniversario del film por un ligero caso de muerte tras su suicidio el pasado año 2012. Considerado el hermano tonto de Ridley Scott debido a su inclinación por las películas de acción destinadas al mercado del blockbuster, repletas de explosiones, frases lapidarias y sudor empapado en testosterona, su carrera puede definirse cuanto menos, como irregular. 

Yo prefiero pensar que su enfoque era diferente y que relegaba gran parte del trabajo a la sala de montaje, relajándose en las tomas individuales. No buscaba por tanto transmitir con cada escena si no conseguir un todo coherente y completo.

El ansia  (1983) fue su primera película y se encuentra totalmente desligada de lo que vendría después (si alguien encuentra alguna similitud con "el último boy scoutt, por favor que me lo haga saber), lo que en su momento me hizo pensar que dentro de la familia Scott había nacido otro genio. Se trata de una producción británica basada en la novela homónima de Whitley Strieber, publicada en 1981 y editada España, para no variar, solo 20 años después, en 2003.

BAUHAUS
La historia comienza con más miedo que vergüenza como si fuera un videoclip de bauhaus para la MTV (muy chulo por cierto) que sirve como vehículo para presentar a Myriam Blaylok (una impresionante Catherine Deneuve) y a  su noviete John (David Bowie), que se encuentran deambulando por una siniestra discoteca en busca de presas con pelos muy cardados y pantalones 
muy ceñidos. 
Myriam es una vampiresa originaria del antiguo egipcio que cada cierto tiempo convierte a un humano en vampiro para que le sirva de compañía y amante durante su largo y tortuoso peregrinaje por la inmortalidad.
Sin embargo solo ella es realmente eterna, y la caducidad de sus compañeros aunque tardía, acaba por pasarles factura y mueren después de un acelerado paso por la vejez.  Por eso, John, tras 200 años de complicidad con Myriam en su espiral de asesinatos de jóvenes inocentes asexuados, ha llegado al final de su andadura vampírica y muere de un repentino ataque de ancianidad en una escena que a mí siempre me ha parecido memorable. Es en esa escena cuando John se da cuenta de que ha sido vilmente estafado por Myriam, que le prometió la vida eterna a través de la sangre (la sangre de otros, entiéndase) y cobra conciencia de que lo que le espera después es una eternidad (esta vez si) de condenación inerte en la que no se está ni vivo ni muerto. Es entonces cuando pasa a formar parte de la colección de Myriam, que ha ido guardando las almas de sus amantes en cajas a lo largo del tiempo.
Curiosamente la muerte de john facilita el encuentro de Myriam con la Dra. Sarah Roberts (Susan Sarandon), que se encuentra inmersa en una investigación sobre la vejez y presencia el deterioro fugaz y mortal de John en su propia consulta. Habiéndose quedado "viuda" , Myriam se ve forzada a buscar un nuevo parteneire en su interminable vagar, y parece encontrar en la Doctora Roberts la persona apropiada para ello. De su fortuito y casual encuentro surgen multitud de chispas lésbicas (en otra escena que en su momento fue tan criticada como aclamada por el gran dominio de la fotografía que demostró Stephen Goldblatt). Recordemos, queridos amigos, que 1983 no era el 2013, y la opinión pública hacia la inclinación homosexual era poco menos que de chirigota y rechazo nauseabundo, asi que la polémica estaba servida. Por suerte hoy en día esto no generaría más titulares que el nuevo single de cualquier participante de "la voz". Por cierto que para esta escena la señorita Deneuve utilizó a una doble.
Stephen Goldblatt
Buscaba Tony Scott crear un icono kitsch dentro de una época que vanagloriaba los totems modernistas, de ahí el uso de David Bowie (referente de la modernidad durante décadas) y de la señorita Deneuve.
Sin embargo, la pelicula tuvo el mismo presupuesto que el de un videoclip de november (10 millones de dólares) y solo recaudó la mitad, con lo que se puede definir como un batacazo comercial con letras mayúsculas, pero el transcurso del tiempo (y su paso por el videoclub) ha hecho justicia y hoy en día es considerada una película de culto, percursora de una estética moderna y sofisticada dentro de un género anquilosado en tópicos y manierismos visuales.
A mí sinceramente  me parece de lo mejor de los 80, y ello se debe a que Scott aplicó sin reparos todo lo que había aprendido durante su andadura en el mundo de la publicidad previa al salto a la gran pantalla. Para ayudarle además contó con el anteriormente mencionado  Stephen Goldblatt, que abusando de los teleobjetivos y llenando la pantalla de humo,  sombras y luces, consiguió dotar al film de esa estética onírica y vaporosa que a un servidor tanto le gusta.
Al final Stepehen acabó convirtiéndose en un colaborador casi fijo del director. 

Aparte de los tres actores principales, en la pelicula también nos topamos con secundarios importantes: aparece Willem Dafoe en su tercera incursión en el cine, interpretando a un transeúnte que se encuentra en una cabina telefónica (papelón), o a la veterana actriz de cine mudo Bessie Love, que interpreta a Lillybelle en lo que fue su último trabajo interpretativo.
En lo relativo a su banda sonora, esta puede definirse como mínimo de ecléctica, incluyendo desde música clásica (“Sonata para pianoforte en si bemol mayor, D 960. Andante sostenuto (2º tempo)”) hasta temas de Iggy Pop (“Nightclubbing” o el dueto con Bowie “Funtime“) y el susodicho Bauhaus con “Bela Lugosi is Dead“.
Que a mí la película me parezca una obra maestra no quiere decir ni mucho menos que lo sea (cualquier persona con algo de salud mental y más de 7 años lo sabe bien). Le falta ritmo en algún momento y es probable que a pesar de sus 97 minutos arranque algún bostezo, pero consigue crear un ambiente tan sórdido y peculiar en torno a los personajes que vale su peso en oro. Si a eso se le añade que los tres protagonistas están sobresalientes y el excelente trabajo de maquillaje de Dick Smith (responsable del envejecimiento de Bowie al que me he referido antes), la película es de obligada visión. Sobre todo si de alguna forma uno se siente intoxicado por el aluvión de películas sobre chupasangres homosexuales de peinados imposibles y miradas lánguidas que solo pueden proceder de un excesivo consubo del cannabis o de una subnormalidad profunda y delirante.
Entre 1997 y 2000, Tony y Ridley Scott crearon una serie derivada titulada The Hunger, que a pesar de no tener una relación evidente con la película, constó de dos temporadas de episodios independientes, y cuyas historias unían el terror y el erotismo. En la primera temporada la labor de presentación corrió a cargo de Terence Stamp, mientras que en la segunda fue David Bowie quien ejerció como maestro de ceremonias. No es que sea una maravilla del séptimo arte pero tiene su aquel, y vale la pena echarle un vistazo.
Aqui tenéis la película enterita:


PUNTUACIÓN EN EL MULÓMETRO: 7,5

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